Cross Ciudad Haro

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HARO, UN HITO IRREPETIBLE EN LA HISTORIA DEL VINO




UN POCO DE HISTORIA

Realmente, es muy difícil discernir sobre el origen de muchas poblaciones y más cuando sus comienzos se difuminan entre lagunas motivadas por irrupciones humanas o fenómenos naturales que obligan a modificar su idiosincrasia o ubicación. Causas de las que no pudo huir la actual ciudad de Haro y que, como en otras muchas, han generado la creación de las llamadas “leyendas urbanas” que suelen, sin la menor duda, confundir tanto a sus creadores como a sus lectores.

Los primeros indicios de Haro o Bilibio, según, D. Domingo Hergueta y D. Enrique Hermosilla, principales historiadores harenses, se sitúan al pie de la Concha Chiquita, parte derecha del desfiladero que el río Ebro crearía en su caída a la cuenca mediterránea y que es conocido como Las Conchas de Haro. Desde donde, debido a su incremento demográfico y la erosión producida por la fuerza de su caudal, migraría a escasos quinientos metros de su originario emplazamiento, el hoy conocido término de viña Paceta. El primitivo asentamiento lo situaríamos en la época de Cesar Augusto y dejando transcurrir el tiempo, ya en Paceta, en el siglo V destacaríamos el nacimiento de Félix o Felices, maestro de San Millán de la Cogolla, y poco después de su óbito San Felices de Bilibio, que en 1644 sería proclamado patrono de Haro.

Durante estos inicios, los primeros harenses, hoy también conocidos como jarreros, tendrían como principal riqueza la ganadería, dedicación a la que se aferrarían durante siglos, no mudando su costumbre hasta pasado el año 937, según el Cronicón Burguense; el año 939, según los Anales Compostelanos; en 934, según el Privilegio de los Votos de San Millán; o en el año 267 de la Hégira, según las Crónicas Árabes, cuando un gran cataclismo, que parece describirse como el impacto de un meteorito, sumiría una amplía zona en ruinas, obligando a los habitantes de Bilibio a desplazarse a la base alta del Cerro de la Mota, donde según creencias se situaba un faro que guiaba a los viajeros que seguían el curso del Ebro.

Es en esta época cuando el nombre de Faro, que derivaría en Haro, comienza a citarse, siendo en el año 1040, cuando un documento, en el que Don García de Nájera otorgaba carta de arras a su esposa Doña Estefanía, reflejaba que Haro todavía seguía supeditado a Bilibio “Bilibio cum Faro, cum sus pertinentia”. Y es en un legajo de 1185, perteneciente al cartulario de San Millán de la Cogolla, cuando se encuentra una mención sobre el ya Concejo de Haro “Nos totum concilio de Faro”, que vende al Monasterio de San Millán una parcela en el hoy harense término de Alviano, hoy “El Viano”.

EL ORIGEN DE UN NOMBRE

Incomprensiblemente, el elemental y lógico origen del vocablo Rioja, en ocasiones, ha sido tergiversado e incluso defenestrado con ciertas dosis de aspereza y saña. Y, para mayor incredulidad, debemos reconocer que las más implacables y enredadas tesis han procedido de personas nacidas en la propia Comunidad, actuaciones que dan a entender que simplemente persiguen el confusionismo. Aunque estas incongruentes opiniones, son fácilmente desmontables con un simple repaso a datos históricos que siempre acaban identificándolo con el nombre de una pequeña comarca que se sitúa al noroeste de la hoy Comunidad Autónoma, a la vez que la diferencian del resto de territorios o merindades de la región. Durante la edad media esta designación iría extendiéndose, pero no sería hasta mediado el siglo XVIII cuando la totalidad de la actual Rioja llegaría a denominarse de esta forma, reflejándose en un mapa confeccionado en 1769 por el cartógrafo madrileño pensionista de la Academia de San Fernando D. Tomás López, que la subdividiría en Rioja Alta, Rioja Baja y Rioja Alavesa, ésta parte de la Sonsierra Navarra. Posteriormente, el 15 de noviembre de 1980, sustituiría el nombre de Logroño en el mapa de provincias, pasando a denominarse de La Rioja, y el 25 de mayo de 1982, daría nombre a la Comunidad Autónoma recién creada. Algo que si podemos asegurar de difícil ubicación, es la época en que la comarca originaria comienza a denominarse Rioja, ya que no nos han llegado documentos que reflejen la transformación del nombre y su irrupción en la historia, siendo posiblemente el Privilegio de los Votos de San Millán, concedido por Fernán González en el siglo X, el que más se aproxime a la permuta. En este antiguo manuscrito, en el que a su píe consta como el rey de Pamplona García II Sánchez I obligaría al voto a la parte de su reino que caía inmediatamente al monasterio para ayudar a los afectados del cataclismo del año 939 ? el valle todavía es denominado de Ojacastro, y aunque no cita ninguna población dice que se extiende desde la cumbre de los picos de la sierra de Ezcaray hasta el río Ebro. Este pequeño río, que como otros accidentes geográficos dan nombre a un territorio, región o comarca, sería denominado Oja a causa de la gran cantidad de hojas que, en ciertas épocas del año, arrastraba desprendidas de los árboles de los frondosos sotos que jalonaban su cauce. Pero no solamente se le conocía con este nombre, ya que a causa de la piedra menuda que arrastraba también era denominado Glera y Llera.

Consultando en la “Historia de La Rioja”, publicada por CAJARIOJA en 1983 y dirigida por D. Justiniano García Prado, en su apartado “El nombre de Rioja” se dice: “La existencia de una tierra, zona o región, según la terminología geográfica moderna, que ocupa y se extiende por el valle alto del Ebro es indudable. El nombre con que es conocida una parte del mismo hizo fortuna y se generalizó para toda ella y no es otro que el de RIOJA”. Al comienzo de este mismo apartado, poco antes refleja: “El nombre de Rioja aparece documentalmente citado por primera vez en el Fuero de Miranda de Ebro, dado por Alfonso VI en el año 1099, en doble forma de Rioga y Riogam o escrito así: Rioxa y Rioxam, pronunciándose Rioja y Riojam”. La traducción del Fuero es así: “Además, todos los hombres de tierra de Logroño, o Nájera o Rioja que pretendan pasar mercancías hacia Alava o a otra tierra del lado de allá del Ebro, o todos los de Alava o de otra tierra cualquiera hacia Logroño, Najera o Rioja, pasarán por Miranda y no por otros lugares. Si no, pierdan las mercancías. Y desde Logroño a Miranda no haya puente ni barca”. Como complemento a esta exposición, añadiremos que en el mismo Fuero de Miranda también se lee: “De Campaxares aut de Burobia aut de terra de Naxera aut Lucronio per caminum usque ad Oca et Ribodeoja ad inferius usque dum cadit in Ebro. Que traducido: De Campazar o Bureba, de la tierra de Nájera o Logroño, por el camino hasta Oca y Rioja y más abajo hasta llegar a parar al Ebro”.

COMIENZA A GESTARSE UN GRAN VINO.

Pese a la extrañeza que pueda mostrar quien lea estas líneas, no se puede obviar que la fama y reconocimiento del vino de Rioja es reciente. Como dice D. Manuel Llano Gorostiza “La voz Rioja, unida a la palabra vinos, tiene escasas repercusiones dentro de la literatura castellana. Por desgracia, nos sirven de muy poco las alusiones vinícolas y literarias del poeta Prudencio. Ni Miguel de Cervantes, ni Lope de Vega, ni Góngora, ni Calderón de la Barca o Tirso de Molina, han dejado una sola referencia escrita de los vinos riojanos. Las abundantes alusiones vinícolas del refranero español apenas si tienen equivalencias en las grandes figuras de la pluma”. Pese a ello, es indudable que la existencia de la vid en toda la comarca viene de muy antiguo, según demuestran innumerables documentos, aunque, posiblemente, no llegaría a cultivarse de forma ordenada hasta ya avanzado el siglo XII, siendo los frailes de los monasterios riojanos de la Demanda quienes precursaron la técnica de parrales en sus altas tierras, para posteriormente dejarlos caer hacia la llanura en busca de condiciones climáticas más favorables.

Ya en el fuero que el rey Alfonso VIII concedería a Haro, el 15 de mayo de 1187, se puede leer: “El que guardase las mieses, viñas, el ganado vacuno y el de cerda no pagara el tributo del foso o trinchera”. Reseña que nos da píe a suponer que el cultivo se llevaba de forma organizada, realizándose cierta poda, cuidados y vendimia prefijada.

El día 10 de mayo de 1301, el rey Fernando IV “El emplazado” concedería una carta privilegio para favorecer y alentar la feria que se celebraba intramuros de Haro. Feria que llegó a alcanzar fama en el extranjero, y que deja entrever que ya desde antaño se comerciaba con vinos de la zona.

Con fecha 13 de junio de 1443 se confeccionarían Ordenanzas por la Justicias de las villas de Haro y Labastida y el lugar de Briñas, acordando: “..é por vía de paz é concordia é porque entre dichos concexos se fascen algunos daños así en los montes como en los términos é sotos y heredades de pan y vino...” Prueba inequívoca de que la vid seguía ganando terreno a la antigua y mayoritaria dedicación ganadera, por lo que no es de extrañar que las casas estuviesen provistas con bodega desde años atrás. Como prueba de su existencia, en 1539, Hernando de Briñas y María, su mujer, donarían al Monasterio de Herrera, ante el escribano de Haro Nicolás de la Heras, unas casas con su bodega que salía por la delantera de la calle del Portillo.

No ha pasado un siglo, cuando Haro, inequívocamente, ya se perfila como localidad eminentemente vitícola, sirva como prueba el pleito que, en 1607, los agricultores mantuvieron con el D. Juan Fernández de Velasco 10º Señor de los Valles de Soba; 4º Duque de Frías y 7º Conde de Haro, sobre la cala y albín del vino para el pago de alcabalas. Asunto resuelto al llegar a un acuerdo para que conjuntamente tomasen medidas los carpinteros Domingo de Sarría, de Briones, y Juan de Zabala, de Haro.

En el año 1669, ya se cuenta con la ayuda de censos, Haro posee 116 bodegas, 65 cuevas y cuatro bastardas, con un total de 43.308 cántaras, que aumentarían hasta 54.584 en el año 1683, y hasta 167.832 en el año 1805. Siendo este año los mayores cosecheros Dª Luisa Medinilla, Dª Prudencia Xungitu, D. Manuel Maruri, el Sr. Obispo, D. Vicente Ollauri, D. Manuel Soria D. Pedro Durana y el Sr. Marques de Bendaña.

Llegado el siglo XVIII, la obsesión jarrera se centra en conseguir un camino para colocar, directamente y sin dificultad su vino en el País Vasco y Santander, logrando que se realizase “el camino de las Conchas que fue el fruto de un acuerdo al que llegaron las villas de Briñas, Haro y Briones, junto con la provincia de Álava, comprometiéndose a sufragar los gastos por mitades. La participación riojana no debe sorprender: el camino facilitaría la salida de sus vinos por el camino Real de Postas, y más tarde, una vez establecida la prolongación hasta Samaniego, quedaría enlazada con la ruta que se construía entre Laguardia y Vitoria”. Acuerdo que es reflejado por las Juntas Generales de Álava de los años 1786 y 1792 y cuya trascripción se puede leer en Ferrocarril y desarrollo. Red y mercados en el País Vasco 1856-1914, Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Bilbao 1995. Superado el obstáculo, los arrieros que llegaban de los puertos vascos y cántabros con los pescados frescos y toda clase de coloniales, convierten, hacia mitad del siglo XIX, a Haro en un puerto seco, ya que sus almacenes y fábricas suministran a gran parte de Castilla y Aragón. Pero, dato importante, estos trajineros no vuelven a su origen de vacío, ya que transportan el vino riojano que es identificado como “harense”.

LLEGAN LOS FRANCESES, PRIMERAS INFLUENCIAS

Pero la primera transformación de Haro y sus vinos llegaría en 1850, cuando bodegueros y comerciantes de Montpellier se verían en la necesidad de acercarse a la villa, siendo recibidos de forma amistosa ya olvidada la ocupación de primeros de siglo, en busca de vinos con los que paliar los daños que el oidium había causado en sus viñedos y, aunque comenzarían adquiriendo los vinos de alta graduación de la Rioja Baja, pronto se decantarían por la finura de los de Haro, Briones, Laguardia y Labastida. Presencia que ocasionaría que las más avanzadas ideas galas irrumpiesen en estas poblaciones, propiciando cierta corriente progresista en sus mentalidades.

La nueva corriente pensadora comienza, tímidamente, a propiciar necesidades culturales y de servicios, y finalizando 1857, el 20 de diciembre, la Corporación jarrera, presidida por D. Manuel Ruiz Eugercios, aprueba las bases para la formación de una “Banda Municipal”, sociedad que iniciaría su andadura a comienzos de 1859. Agrupación que contaría con la competencia de los músicos más experimentados de la villa, los de la extinta Banda de Música del Batallón Haro de la Milicia Nacional, fundada en 1840, y ahora agrupados en la “Orquesta Filarmónica” de Aquilino Besga, que en escaso plazo de tiempo, 1862, provocaría el cese de D. José Díaz, salida que conllevaría a la formación de una nueva Banda que sería dirigida por el músico catalán D. Ramón Riera i Villanueva, quien tampoco tendría éxito en su cometido, ya que sus subalternos le obligarían a abandonar la entidad, situación que llevaría a la creación y disolución de diferentes Bandas de Música en lo que restaba de siglo.

Durante todo el año 1860, y con el fin de socorrer a las familias de los soldados que, por el cupo de la villa, habían acudido a la guerra de África, el Teatro Bretón, inaugurado el 1 de junio de 1842, sería testigo de numerosas representaciones de agrupaciones de aficionados jarreros que lograron recaudar exactamente 12.444´79 reales, que quedarían bajo custodia de D. Francisco Baltanás. Pero la fortuna quiso que ningún hijo de Haro falleciese y ni que tan siquiera resultase mutilado, por lo que, el 13 de enero de 1861, el Ayuntamiento acordaba que dicha cantidad fuese invertida, exclusivamente, en mejoras para el Teatro. El acuerdo definitivo llegaría el 23 de mayo, una vez pormenorizadas las obras que se realizarían según el plano del ebanista vitoriano Gregorio de Aspiazu, que sería supervisado por el arquitecto Martín de Saracibar, autor de la primitiva compostura, que en esta época se encontraba trabajando en Haro para el contratista del ferrocarril Tudela-Bilbao, John Charlesword. La reforma se llevaría a cabo bajo el patrocinio de Ruperto Tornadijo y Miguel Pisón, que deberían invertir 40.000 reales, y a quienes, una vez finalizada la obra, se les arrendaría por 10 años. Estas obras finalizarían el día 22 de septiembre de 1861, ascendiendo finalmente a 45.602 reales y 17 céntimos incluidos los 1.000 reales de honorarios de Gregorio de Aspiazu.

Ya se habían iniciado las obras de la línea férrea Tudela-Bilbao, y, en 1861, aunque el término de Iturrimurri sería descartado como emplazamiento de la estación de la villa, no lo sería como paso de la vía férrea, hecho que conllevaría a la demolición de la fuente. Ahora el problema era encontrar un nuevo emplazamiento para la estación, cuestión que originaría los civilizados enfrentamientos entre los movimientos “Pardista”, partidarios de situarla en el Pardo, y “Cantarranista”, inclinados por el término de Vicuana o Cantarranas. Finalmente sería elegido el lugar de Cantarranas, pese a contar los ¨Pardistas” con mayor número de simpatizantes, incluso de mayor relevancia económica, decisión que sería motivada por la excesiva dificultad que ofrecía la construcción del camino de acceso, desde la estación a la calle del Pardo. Pese al entusiasmo mostrado por Ayuntamiento y “Pardistas”, que incluso llegaron a contratar al ingeniero vitoriano Cuillier para solucionar el problema, la empresa del ferrocarril desestimaría su propuesta por su elevado coste. De esta forma Charles Vignoles, adecuaría el pabellón de materiales de Cantarranas para su funcionamiento como departamento de pasajeros, relegando el proyecto que su hijo Henry y William J. Lewis habían formado para el Pardo. Acondicionadas las instalaciones, el tráfico de pasajeros, con destino a Bilbao, comenzaría el día 15 de mayo de 1863, produciéndose el 31 de agosto el definitivo enlace con Castejón.

LOS FRANCESES SE HACEN RIOJANOS, EL VINO TRANSFORMA SU CUNA

Durante esta década, el ferrocarril y, más gravemente, la ausencia de los vinateros del Languedoc que recuperados sus viñedos habían regresado a su tierra, dejaron a Haro en una situación económica casi crítica. Pero, la suerte, nuevamente esquiva para los viticultores franceses, volvería a beneficiar a Haro acercando una larga nómina de bodegueros de Burdeos, que se verían en la necesidad de comprar grandes cantidades de vino al invadir, en 1867, la filoxera los viñedos de la Gironde. Y, como sus compatriotas, comenzarían adquiriendo vinos de alta graduación de la Rioja Baja, para, una vez comprobada la calidad de los riojalteños inclinarse decididamente por ellos, demanda que aumentaría espectacularmente las exportaciones, que se verían favorecidas por el tratado franco-español que en 1892, minoraría las tasas aduaneras. Muchos de los comerciantes bordeleses, convencidos de que el vino harense podría superar en calidad a sus grandes reservas, adquirieron terrenos en la villa, siendo su lugar predilecto, por la mayor facilidad para dar salida a sus productos, los alrededores de la estación del ferrocarril, Barrio donde levantarían las grandes y famosas bodegas que determinarían que Haro fuese reconocido como CUNA DEL RIOJA. Estos nuevos jarreros, como Blondeau, Savignon, Parlier, Dupeyron, Vigier, Lepine, Denis, Serres, Boisot, Leenhardt, Kruger, Lavatout, Heff, Catalina de Vandeben y Delouvin, entre otros, aportarían, además de nuevas ideas progresistas, sus más avanzadas técnicas de elaboración y comercialización, siendo en esta época, en la que en la villa entraban mensualmente cantidades que superaban largamente los 10 millones de pesetas, cuando realmente comenzaría a realizarse la profunda transformación comercial y urbanística de la población.

Comenzado 1884, la industria jarrera, que mostraba su auge de forma inequívoca, animaba al Consistorio jarrero, que presidía D. José Garate, a celebrar una gran exposición regional, principalmente vinícola. La decisión, que se tomaría el día 21 de enero, delegaría en los ediles Juan María Gómez, Pío Medrano y Arturo Marcelino el estudio de su planificación, a la vez que se designaba el local de las escuelas de la calle Juego de Pelota Viejo, hoy Siervas de Jesús, para su emplazamiento. Su reglamento sería difundido el 17 de abril, solicitándose a la Diputación Provincial que colaborase aportando la mitad del presupuesto, en concepto de subvención, al igual que se había concedido a Logroño para un acto análogo. Tal fue la difusión de la feria, que, el día 26 de junio, se recibió un B.S.M. del Secretario General de la Asociación de Agricultores de España, expresando la satisfacción de su Consejo al Presidente de la Comisión organizadora, D. José Garate, por el celo mostrado en su organización. La exposición sería inaugurada a las 11:35 de la mañana del día 7 de septiembre, desarrollándose durante los días de feria de la Virgen de la Vega. El éxito, que sería notorio según los elogios de sus visitantes, se lograría gracias a la ilusión e iniciativa jarrera, ya que no se había recibido ayuda económica alguna, debiéndose agradecerse a las críticas y presiones de la prensa, el que, el 20 de noviembre, la Diputación Provincial solicitase relación de gastos para proceder a la subvención correspondiente.

Ya desde tiempos inmemoriales Haro había acogido los festejos taurinos, en la Plaza Mayor o en plazas de madera, ubicándose la última de ellas en un solar donde posteriormente se construiría el Depósito Municipal de Carros y que hoy en día, parte, está ocupado por un almacén municipal y por “Talleres Modernos”, haciendo esquina entre las calles Santa Lucía y Magdalena, hoy Mediodía. Esta modesta edificación que no gozaba de la seguridad y comodidades indispensables, animó a un grupo de aficionados a plantearse la construcción de una gran plaza que cubriese las necesidades de la villa. Creada su Junta Directiva, acordaron remitir una instancia al Ayuntamiento, que sería leída en sesión del día 4 de diciembre de 1884, solicitando licencia para la construcción de una plaza de toros, de piedra, que ocuparía un terreno al lado del camino de Zarratón. Para el estudio de su viabilidad sería designada la Comisión de Policía Rural, cuyo favorable dictamen hizo que fuese autorizada en sesión del día 11 del mismo mes. Siendo autorizado su Reglamento el 30 de octubre de 1885, e impreso, en 1886, por D. Blas González. La nueva Plaza, hoy denominada “El Coso”, costaría 95.000 pesetas, correspondiendo el diseño D. Juan García Ros, que contó con la colaboración del escultor D. Juan Alvariñas, construyéndose en un terreno perteneciente a Dª. Matilde Velunza y López Angulo, estando documentado como una heredad existente en el terminó municipal de Haro, en el paraje denominado “El Crucifijo”, que medida por el perito Emilio Manero resultó ser de noventa y siete áreas y treinta centiáreas, limitando: Al Norte la carretera de Haro a Ezcaray, al Sur el camino de Zarratón, al Este una heredad de la misma otorgante, Dª Matilde, y al Oeste otra que usufructuaba Dª Juana Pereda. Finalizadas las obras, el 28 de marzo de 1886 se haría con sus servicios el empresario de la Plaza de Toros de Barcelona, Víctor Font. Inaugurándose el día 2 de junio de 1886, con la actuación de los diestros Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Molina “Lagartijo”.

En sesión del día 2 de diciembre de 1889, se daría lectura a un proyecto que sobre el alumbrado eléctrico, había sido presentado D. Julián Salgado Uriarte, siendo aprobadas el 31 de diciembre las condiciones técnicas y el día 26 de enero de 1890 las económicas. Aunque estas últimas hubieron de ser modificadas el día 17 de abril, procediéndose a aumentar en 1.000 pesetas la cantidad a percibir por el rematante, ya que, con 11.000 pesetas anuales, no se había recibido ninguna plica. Abierta nueva subasta, a las 11 horas del día 15 de mayo de 1890, sería adjudicada a la propuesta del único postor, D. Gonzalo Hernández Zubiaurre, natural y vecino de Madrid, con domicilio en la calle Atocha, licenciado en medicina y cirugía, que ofertaba 11.999 pesetas por cada año de arrendamiento. El Sr. Hernández, debería finalizar la instalación para el día 8 de septiembre, pero por retrasos justificados, admitidos por el Ayuntamiento, en la festividad de la Virgen de la Vega, únicamente luciría parte del alumbrado. La admisión de toda la instalación tendría lugar en sesión celebrada el día 14 de enero de 1891, designándose como fecha oficial el 1º del mes de enero de 1891, y sería atendida por 8 focos de quinientas bujías y 260 bombillas de 16 bujías. De esta forma, la villa de Haro se convertiría en una de las primeras poblaciones, no capital de provincia, que utilizaba el alumbrado eléctrico.

El día 5 de junio, la sociedad “Francés y Cía.” remitía una instancia al Ayuntamiento solicitando permiso para suministrar luz eléctrica, desde la central que había construido en su molino situado en el camino viejo de Miranda, a los almacenistas de vinos situados en el Barrio de la Estación, así como para tender una línea que partiendo del molino atravesase el Tirón por frente del matadero, situado en la calle Ondillo, hoy Tirón, para entrar en las calles de Haro por la casa de D. Pedro Etchevarría, hacía esquina en las calles Tirón y Tenerías, y de esta forma suministrar luz al Teatro Bretón, a la fabrica que poseían en el Cerrado, hoy Avenida de la Rioja, y a las casas de los particulares que lo deseasen. Petición que sería aceptada, ya que los Sres. Beraza y Saravia, solamente explotaban el alumbrado público. Estas luces de los almacenes del Barrio de la Estación, serían las que diesen lugar a la famosa máxima de “Ya estamos en Haro que se ven las luces”. La estación hubo de esperar hasta junio de 1912, fechas en que sus 22 lámparas de petróleo fueron sustituidas por un alumbrado eléctrico de 720 bujías.

La primera iniciativa para crear un centro sobre investigación vinícola en la villa, sería comentada por el Alcalde D. José Garate, el 15 de septiembre de 1886. La idea, que le había sido transmitida por el comerciante D. Emilio Fernando, lograría que el Sr. Garate se interesase en el asunto, delegando su estudio en la Comisión de Policía y comprometiéndose, de tener éxito la petición a la superioridad, a facilitar el edificio necesario y dos hectáreas de viñedo para experimentos, al Ingeniero Agrónomo que enviase el Estado. Este primer conato quedaría en suspenso, retomándose el asunto el día 8 de junio de 1891, fecha en que el Conde de Hervías comunicaba, que había consignado en el presupuesto la cantidad necesaria para crear una Estación Enológica en La Rioja, mostrándose el Director de Agricultura deseoso de que se estableciese en Haro. Aviso que no desaprovecharía la Corporación ya que, en la misma sesión, acordaría remitir un escrito al Señor Ministro de Fomento. Para reforzar el escrito, un mes más tarde, el 6 de julio, se decidiría que el Alcalde D. Norberto Salazar y el 2º Tte. de Alcalde Luis Mozos, viajasen a Madrid a negociar la concesión, estando tan seguros de su consecución, que, en un principio, ya se había pensado en que se ubicase en el antiguo cuartel de la calle Los Corrales, hoy Linares Rivas, y que D. Dioniso del Prado facilitase algún viñedo para experimentación. El 14 de enero de 1892, el Marques de Francos, interesó en el asunto a los Ministros de Fomento, D. Aureliano Linares Rivas, y al de Gobernación, D. Francisco Silvela, así como al Diputado por el distrito de Haro, D. Amós Salvador. Los políticos aceptaron de buen grado la recomendación del Sr. Marques, ya que el 30 de enero de 1892, el Primer Teniente de Alcalde D. Leopoldo González, reunía al Ayuntamiento en sesión extraordinaria para poner en su conocimiento el telegrama que el Excmo. Señor Director de Política de la Presidencia del Consejo de Ministros, Conde de Villana, en el que manifestaba que, por Real Orden del día 25 de enero, se había concedido a la ciudad de Haro una estación enológica. Definitivamente sería instalada en la calle del Portillo, hoy San Felices, número 1, inmueble propiedad de los hermanos Salinas de Medinilla y Gojenola, que además de poseer una buena bodega reunía las mejores condiciones para el servicio de la estación, alquilándose por 6 años y pagando 10 pesetas de alquiler diario. El mismo año, sería nombrado Director D. Mariano Díaz Alonso, que tomaría posesión de su cargo el día 8 de octubre, comenzando su labor pedagógica el 10 de marzo de 1893. Las obras de acondicionamiento serían dirigidas por el Arquitecto Municipal Siro Borrajo, siendo adjudicadas, en subasta celebrada el domingo 25 de diciembre a Antonio Peña en 4.340 pesetas. El 6 de agosto de 1893, abandonaría su puesto el Sr. Díaz Alonso, siendo relevado por el jarrero D. Víctor Cruz Manso de Zúñiga y Enrile, que durante 1894 propuso nuevas obras que dirigió el Arquitecto Municipal Luis Domingo Mute. Los primeros viñedos para experimentación serían cedidos por Saturnina García Cid en “El Crucero”, pasando posteriormente al termino de “El Mazo”.

El 6 de julio de 1891, el Alcalde D. Norberto Salazar, inició el proyecto para solicitar la instalación de una sucursal del Banco de España en la villa, exponiendo las grandes ventajas que para el comercio, industriales y almacenistas de vinos reportaría su establecimiento. Bien acogida la idea, y tras acordar enviar una instancia al Gobernador de la entidad, la Corporación delegaría en su persona y en el 2º Tte. Alcalde D. Luis Mozos para que se trasladasen a Madrid a negociar su apertura. Bien acogidos por el Gobernador del Banco de España, les prometió enviar un inspector para que tomase datos sobre la producción industrial y las exportaciones jarreras, a la vez que examinaría el local donde se ubicaría la sucursal. La visita, que sería realizada por D. Eugenio Moriones, durante el mes de agosto, conllevó a la necesidad de buscar y facilitar al Banco el local apropiado para la instalación de la oficina, llegando al acuerdo de que la compra o la renta fuese de cuenta del Ayuntamiento. Fue seleccionada la casa número 4 de la calle de El Pardo, que sería acondicionada por los Arquitectos D. José María Aguilar y D. Eduardo Adaro, acordándose conceder la acometida de agua y una incandescente para la puerta, el día 2 de noviembre. Asimismo, se fijaron tres carteles en las respectivas fachadas prohibiendo hacer aguas mayores y menores en el lugar, bajo la multa que tuviese a bien decidir el Alcalde. La oficina iniciaría su labor financiera el día 19 de enero de 1892. Esta sucursal sería sustituida, el 16 de noviembre de 1924, por el magnífico edificio de la calle de la Vega, y sería derruido, casi totalmente olvidado, durante el mes de agosto de 2005.

HARO, CIUDAD Y CAPITAL DEL RIOJA

El 28 de octubre de 1891, el Sr. Alcalde, D. Norberto Salazar, reunía urgentemente a la Corporación para comunicar a los concejales la grata noticia de haber sido nombrada la villa de Haro Ciudad, “título honroso ya que ningún hijo de Haro lo había pedido. Título que ostentará con orgullo al que viene a hacer justicia después de tantos olvidos de parte de otros más allegados; un ilustre transeúnte que así podemos llamar al Excmo. Marqués de Francos, que es quien por propio impulso, y atendiendo a ligeras indicaciones del Gobernador Civil de la Provincia D. Manuel Camacho, ha gestionado y conseguido esta distinción para nuestra noble villa”. La comunicación expedida por el Ministerio de la Gobernación, con fecha 27 de octubre de 1891, inserta el Real Decreto decía: “La Reina Regente del Reino en nombre de S. M. el Rey (q. D. g.) se ha dignado expedir por este Ministerio el R. D. siguiente: Queriendo dar una prueba de mi Real aprecio a la villa de Haro, provincia de Logroño, por el aumento de su población, desarrollo de su agricultura, industria y comercio y su constante adhesión a la Monarquía Constitucional, en nombre de mi Augusto hijo, el Rey Don Alfonso XIII y como Reina Regente del Reino vengo a concederle el título de Ciudad. Dado en Palacio a 27 de octubre de 1891. María Cristina. El Ministro de la Gobernación Francisco Silvela”.

Se aproxima el final de siglo XIX, y un Haro moderno y con el título de ciudad se apresta a afrontar los difíciles e irregulares años de 1900, fechas, en que su nombre es paseado por todo el mundo en las etiquetas de las botellas de vino producidas por sus ya afamadas bodegas. Catedrales del vino, que, con la calidad de sus productos, se han convertido en los embajadores que conseguirían el merecido título con que es reconocido en todos los países amantes del buen vino y que hoy en día es Patrimonio Cultural de una ciudad que lo sigue y seguirá exhibiendo con orgullo, HARO CAPITAL DEL RIOJA.

Siendo las primitivas bodegas que tuvieron el honor de propiciar la consigna:

  • Armand Heff, que en 1886 pasaría a denominarse Rafael López de Heredia “Viña Tondonia”.
  • Compañía Vinícola del Norte de España, “CVNE”.
  • “H. Savignón y Cía.”.
  • “Alfonso Vigier”.
  • “R. Ugalde”.
  • “Duque de Moctezuma”, posteriormente “A. J. Gómez Cruzado”.
  • Bodegas Blondeau.

A las que, recién comenzado el siglo XX, se añadirían:

  • “Sociedad Vinícola de la Rioja Alta” que adquirió parte de instalaciones de Alfonso Vigier.
  • “Las dos Riojas”, de Diez del Corral.
  • “Martínez Lacuesta”.
  • “Federico Paternina”.
  • “Bodegas Bilbaínas”.
  • “Cipriano Roig”, posteriormente “Carlos Serres”.
  • “Angel Santiago”.
  • “Enrique Bilbao”, actualmente “Ramón Bilbao”.
  • “Bodegas Lacort”.
  • “José Santamaría Azpitarte”.
  • “Arturo Marcelino e Hijos, Rioja Palomar”.

SITUACIÓN GEOGRÁFICA

La comarca de Haro es la más noroccidental de La Rioja, lo que la convierte en la frontera de la Comunidad con las del País Vasco y Castilla y León. Su capital, Haro, que tiene una extensión de 40,32 Kilómetros cuadrados, es el centro de un partido judicial que engloba 49 municipios y su altitud sobre el nivel del mar, 496,50 m en la Plaza de la Paz, le proporcionan un clima relativamente cálido en verano y frío, acompañado de abundantes brumas, en invierno. Está asentada en la vertiente meridional de los montes Obarenes, que culminan en los Riscos de Bilibio, a los que las Conchas de Haro separan de Sierra Cantabria con la que forma unidad morfológica. El termino municipal es bañado por los ríos Ebro y su afluente Oja-Tirón, unidos en Cihuri, cuyos cursos se encuentran jalonados de sotos y choperas que proporcionan frescor y un paisaje característico, facilitando, además, los cultivos de regadío que destacan por su calidad.

POBLACIÓN

Como consecuencia del estancamiento industrial, la ciudad, a partir de los años 50, no había experimentado crecimiento demográfico, ya que la salida de población había limitado su aumento natural. Pero actualmente, la tendencia es al crecimiento, 15% en los últimos años, reflejando el censo de 1 de enero de 2006, 11.176 habitantes, de los que solamente el 45% son nacidos en Haro. Sobrepasando los 12.000 habitantes a finales de 2007.

GENTILICIO

Jarrero.

COMUNICACIONES

La estación de ferrocarril, levantada provisionalmente en 1861 y definitivamente a finales de 1881, en la línea Bilbao-Zaragoza-Barcelona, unida al paso de la A-68 que une Bilbao con Zaragoza y enlaza con la Autopista de Barcelona, la carretera N-124, la proximidad de la N-132, que son recorridas regularmente por autobuses de las compañías que explotan las comunicaciones con Vitoria 42 Km, Bilbao 93 Km, San Sebastián 150 Km, Zaragoza 215 Km, Barcelona 512 Km, Madrid 331 Km, o Burgos 90 Km, hace que llegar hasta la Capital del Rioja sea tan sencillo, que lo único realmente imprescindible es el natural deseo de conocer un lugar tan entrañable como Haro.

LUGARES DE INTERÉS

PARROQUIA DE SANTO TOMÁS

Las primeras noticias que tenemos de esta Iglesia, nos llevan al siglo XIV donde podemos localizar obras que duraron hasta 1.564, año en que se trazaron las nuevas bases de la actual Parroquia. Este hermoso y robusto templo, monumento histórico-artístico, de 2.285 metros cuadrados de superficie, construido en piedra de sillería, se encuentra al mediodía del derruido castillo de Haro, incrustado en el cerro que a éste sirvió de base, fabricándose de estilo gótico-florido un tanto reformado denominado neogótico, constando de tres naves, de la misma altura con cuatro tramos y cabecera central poligonal de forma ochavada a la altura de la bóveda, sostenidas por ocho machones cilíndricos estriados carentes de capitel y que se ramifican en nervios para formar la bóveda de crucería a semejanza de palmeras. Las tres naves se unen a la cabecera por arco triunfal central ligeramente apuntado y dos altos y estrechos arcos ojivales laterales. La bóveda está formada por innumerables y preciosos nervios que se entrelazan formando una complicada red y caprichosas combinaciones de estrellas, todas diferentes, en cuyo centro se sitúan elegantes florones.

Curiosamente la portada que da al mediodía es más antigua que el resto del templo, ya que su fábrica de piedra, de Fontecha y Motulleri, y labra del plateresco español con reminiscencias ojivales en los doseletes que cobijan las estatuas colocadas a lo alto y en contacto con las pilastras laterales de las puertas, que sería realizada, a modo de retablo bajo arco con intradós casetonado, por Felipe de Biguerny “El Borgoñón”. Toda su ornamentación rodea a las puertas de acceso con arco de medio punto separadas por portaluz a la manera románica, que dan acceso al vestíbulo, con un friso adornado con cabezas de angelitos. Sobre la cornisa que se alza encima de éste, se sitúan dos tímpanos semicirculares, albergando el de la derecha al Salvador apareciéndose a los Apóstoles, y el de la izquierda a Santo Tomás metiendo el dedo en el costado de Jesús. Inmediatamente arriba, se sitúa otra cornisa que contiene cuatro relieves separados por elaboradas pilastras; el primero de la derecha representa a Jesús con la Cruz a cuestas, el segundo al Redentor ante Caifás, el tercero a la coronación de espinas y el cuarto a la flagelación en la columna. A los costados, y hasta la altura de los relieves, se contemplan las estatuas de los doce Apóstoles colocadas en cuatro filas. Las que tocan el cuerpo central están al descubierto y las que están en contacto con el gran arco protector de la portada se encuentran cubiertas por hornacinas. Sobre este conjunto se sitúa una cornisa que sobresale más que las inferiores y en su centro, entre dos esbeltas columnas, se muestra una estatua que quiere representar al Padre Eterno con mitra en la cabeza, con su mano derecha recogiéndose el ropaje y en la izquierda una bola. A los extremos se sitúan dos escudos de la casa Velasco con sus coronas encima, ya que sin duda contribuyeron a su realización, flanqueados por faz y medio dorso y rematado por dos ángeles apoyados en un trabajo semicircular. La portada principal, la de poniente, mayor que la del mediodía, ya que se puede apreciar la amplitud del arco, no llegaría a realizarse por el escaso espacio que quedaba delante de ella, por lo que su ornamentación es muy escasa y su puerta siempre se encuentra cerrada, así como la reja del pretil que la protege.

El 18 de julio de 1564 se extendería carta para ejecutar la obra de la Iglesia a Pedro de Resines que se comprometía a realizar nueve capillas, una torre, capilla de coro, capilla del órgano, escaleras para coro y torre, y capilla para la pila Bautismal en ocho años, bajo la pena de mil ducados más las costas y daños que a la Iglesia se produjesen, obligando a ello su persona y bienes muebles y raíces habidos y por haber. Concluidos los ocho años el maestro Resines no había finalizado la fábrica, sorprendiéndole la muerte en 1573, ratificando la escritura, el día 3 de mayo, con su hijo Rodrigo Díaz de Resines, que se comprometería a terminarla en tres años y medio. Pasados los tres años y medio, seguía sin finalizarse, por lo que el Cabildo reclamaría judicialmente, el 11 de julio de 1581, ante la Audiencia de Valladolid, que, el 7 de septiembre de 1582, condenaría a los Resines a pagar daños y perjuicios y redimir una deuda que se mantenía con Pedro de Rivamartín. Aunque tras reclamar sería eximido de pagar la pena de 1.000 ducados que se había fijado en 1564.

El 7 de mayo de 1587, para finalizar los pleitos y alzar el embargo que se había realizado a los Resines, se firmaría una escritura de traspaso a quien el Cabildo quisiera, una vez que se terminasen los cuatro pilares, siendo designado, en 1589, Pedro de Origoitia, que trabajaría en ella hasta 1600, sorprendiéndole la muerte sin haber echado el tejado. El trabajo sería continuado por su hijo Andrés García de Origoitia que se comprometería a concluir el tejado para el 1º de mayo de 1601. A estos artistas de Ochandiano se debe el extraordinario trabajo de los nervios que cruzan los arcos torales de la techumbre. Andrés García de Origoitia cedería sus derechos, el 16 de noviembre de 1603, a Andrés de Benea, natural de Urbina, que, con su hijo Pedro de Benea, terminaría las nueve capillas y el coro. En 1618 se pagarían las campanas que había fundido el vecino de Güemes Domingo de Ariano y en 1626 Pedro de Urquiola colocaría las rejas, que había fabricado Lázaro de Arregui, en el antepecho del coro y escalera.

En 1628 el Cabildo quiso levantar la nueva torre de la Iglesia, pero ante la falta de medios hubo de renunciar y adquirir nuevos créditos para continuar otras obras, ya que durante el siglo XVII presentaba un aspecto lastimoso, viéndose obligado el Ayuntamiento a llamar la atención al Mayordomo de fábrica, D. Alonso López de Mariaca, para atajar el peligro que presentaban el tejado y las bóvedas, debiendo repasarse las capillas para lo que hubo de solicitarse ayuda al Ayuntamiento y al condestable.

El 6 de septiembre de 1642, se encargaría al organero lerinés D. Lorenzo López de Galarreta y Vaquedano la construcción del órgano por lo que percibiría la cifra de 6.342 reales.

Y reunidos recursos el 14 de agosto de 1671, se decidiría sacar a subasta la nueva torre, siendo beneficiado Juan de Errón o Raón, vecino de Lodosa que se comprometería a levantarla en 8 años. Tanto y tan bien ejecutaría su trabajo que consiguió adelantar sustancialmente su compostura, por lo que los capitulares, en 1673, le instaron a que la finalizase en cinco años.

La obra principal, derruir el antiguo Altar mayor y levantar el nuevo sufriría un nuevo retraso al quemarse, el 18 de junio de 1717, el capitel de la torre y con él las campanas y sus yugos, el reloj y resultar dañado el tejado, por lo que el 11 de julio de 1717 se decidiría fabricar otro capitel que sería encargado a maestro de Durango D. Agustín Ruiz de Azcárraga, que lo terminaría en 1721, dándole el estilo barroco dominante en esta época, contrastando con el gótico original y recibiendo 12.433 reales por su trabajo. La torre tiene una altura de 68 metros, en los que se albergan la base o primer cuerpo, neogótico, segundo cuerpo del mismo estilo, que es rematado por una gran balaustrada con jarrones en sus esquinas; en los dos siguientes, barrocos, el de luces presenta forma octogonal con otros tantos vanos para las campanas, siendo mayores los que caen a los cuatro puntos cardinales, y encima de cada vano se ve una ventana circular terminando en una balaustrada con una gárgola y un jarrón en sus ángulos Noroeste y Suroeste; y el cimborrio que es el cuerpo más adornado al estar el domo formado de ocho simulados arbotantes que tiene cada uno, en la superior, junto a la linterna, un jarrón terminado en bola y en la inferior a manera de botarel estatuas de los Santos Riojanos, la linterna con ocho ventanales alargados y ocho jarrones en su cornisa, y el cupulino con su aguja, bola, veleta y cruz.

El Altar Mayor comenzaría a construirse, tras la demolición del antiguo, en 1730, también bajo plano de Fray Pedro Martínez, y más visible que los demás por la luz que penetra por dos vidrieras que se habían construido en 1667. De estilo barroco, está dividido en tres cuerpos de tres calles y ático separados por grandes columnas adosadas con forma de candelabro, siendo muy parecidos sus laterales.

En 1757, el Cabildo mandaría construir en medio del arco el templete que luce pequeñas estatuas de personajes bíblicos e impide ver la totalidad de la Capilla de la Soledad desde la nave central.

BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA VEGA

Con el nombre de Monasterio de Santa María de Faro, ya es mencionada en 1184. En 1199, fue donado por Inocencio III al Monasterio de San Millán y el 24 de diciembre de 1388, D. Alvar López de Puelles fundaría la capellanía por la que debía darse misa cantada en el altar mayo. A través del tiempo, han sido varios los edificios que han existido en el mismo lugar, sufriendo diversas reformas. El actual data del siglo XVII, siendo dos las épocas que se distinguen en el templo que hoy se contempla, en la primera que finaliza en 1691, se construiría la parte que media de los púlpitos a la casa adosada para residencia del capellán. La segunda comienza en 1703 y termina hacia 1756, levantándose bajo la traza de D. Bernardo de Munilla y Juan Villanueva, ejerciendo de Maestros de Obra D. Pedro Olaechea, D. Ignacio de Ezquerra y D. Pedro de Elejalde. D. Francisco Agüero sería el escultor que trabajaría el piso, tallado de la sacristía, coronación de capiteles etc., D. Manuel de Olea realizaría la traza del tejado, ejecutando su obra D. Nicolás de Aguirre. La imagen de la Virgen, para la mayoría de los estudiosos, corresponde a finales del siglo XIII ó comienzos del XXIV. La portada en arco de medio punto alberga las imágenes de San Pedro y San Pablo, y esta rematada en espadaña. En el interior, destaca el retablo del altar mayor, de estilo barroco, con la imagen de la Virgen de la Vega del siglo XIV.

CONVENTO DE SAN AGUSTÍN Y TEATRO BRETÓN DE LOS HERREROS.

El convento comenzaría a edificarse en 1373 en una casa donada por D. Diego López de Haro, correspondiendo la mayoría de sus obras al siglo XV. Sería regido, hasta su marcha, por los agustinos que conseguirían la predilección de los jarreros a comienzos del siglo XVI, en detrimento de la antigua Parroquia de Santo Tomás, por lo que el Cabildo hubo de celebrar una concordia con el convento en 1528 sobre la cuarta funeral. En el siglo XVII sería incautado por el estado para cederlo, el 4 de marzo de 1639, al Ayuntamiento de Haro. Tras grandes reformas en su interior albergó la Carcel del Partido, la Casa de Caridad y Beneficencia y en su Iglesia se levantaría, en 1841-42, el Teatro Bretón de los Herreros con planos de Martín de Saracibar. Hoy, el resto del edificio alberga el hotel “Los Agustinos”.

AYUNTAMIENTO

Edificio levantado de nueva planta en 1769, según plano de D. José de Ituño, o Ituiño, que sería reformado, sobre todo en fachada, por el Maestro Mayor de Obras de la Villa y Corte de Madrid, D. Ventura Rodríguez, encargándose de su construcción D. Pedro Zalbide, siendo supervisada, a partir de 1775, por D. Francisco Alejo Aranguren. En 1776 D. Pedro Blanco Uruñuela haría el Archivo de nueva planta, siendo entregada la totalidad de la obra en julio de 1778. En 1897 experimentaría una gran reforma dirigida por el Arquitecto Municipal D. Juan Cabrera Latorre que realizaría el nuevo salón de sesiones, las instalaciones del Juzgado Municipal y el nuevo Archivo.

PALACIOS

El caserío de Haro es interesante y plural, destacando del siglo XVI, el Palacio de Bendaña llamado también de Paternita, calle San Martín, de estilo plateresco, con cariátides en portada y garitones volados que le dan aspecto medieval; Palacio de los Condestables, calle San Roque, del que quedan gruesos paredones de sillería, alguno con contrafuertes muy acusados, arranques de arquerías, una gran picota cilíndrica con escudo y reloj de sol y, en un ángulo de la muralla, un cubo con forma de arpía. Del siglo XVII, el Palacio de las Bezaras, calle de la Vega. Del siglo XVIII, el Palacio de la Cruz, con decoración mixtilínea; Palacio de Tejada, calle Lucrecia Arana, de tres plantas y decoración de bustos en ventanas; Palacio de las Sevillanas, calle San Felices, reformado; y Palacio de los Condes de Haro, Plazuela de la Iglesia. También se conservan dos de los arcos de entrada a la ciudad la Puerta de San Bernardo, Plaza de la Paz, y Puerta de Santa Bárbara, calle Siervas de Jesús. En la carretera a Vitoria se halla el denominado Puente de Briñas, erigido por D. Juan del Rey hacia 1280, apareciendo citado de forma oficial el 15 de agosto de 1320, en la Carta de amojonamiento otorgada entre Briñas y la villa de Labastida. Es estilo arquitectónico de sus arcos más antiguos es gótico, mostrando diferencias con las sucesivas modificaciones debidas a sus reparaciones.

PARQUES Y PASEOS

Al bonito marco natural en que Haro está situado, hay que añadir los parques en los que la mano del hombre ha influido para, si era posible, crear un ambiente más acogedor. Situados en la población y su entorno, nos obsequian con el sosiego necesario para compensar los ajetreos sociales actuales. Citaremos los céntricos Jardines de la Vega y el Panteón de los Liberales, y un poco más alejados del centro urbano, el Parque de Iturrimurri y los paseos de “El Terrero” y “Vista Alegre” que nos conducen al delicioso parque de Fuente del Moro. Para los que gustan de hacer deporte, pueden realizar asequibles ascensiones en Sierra Cantabria, con el monte Toloño, 1.282 metros, o practicar senderismo entre viñedos o por los Montes Obarenes, donde la naturaleza, repleta de vegetación, nos ofrece una belleza suave y relajante que puede sorprendernos con la aparición de algún cérvido, jabalí, raposo, una numerosa prole de perdices..., hasta llegar a los Riscos de Bilibio, donde se vuelve agreste pero no riñe con el arte, como demuestra la armonía que comparte con la ermita de San Felices y la majestuosa imagen del Santo que se asienta en la cúspide.

EXCURSIONES A POBLACIONES DE LA PERIFERIA

Sin apenas recorrer distancias, Haro está rodeada de numerosas localidades que merecen la atención del visitante por su belleza arquitectónica y paisajística. Poblaciones como San Vicente de la Sonsierra, 8 kilómetros, con su Iglesia de Santa María, situada en lo más alto de la villa junto a las ruinas del castillo que data del siglo XVI. Durante la Semana Santa se rememora la antigua tradición de los “Picaos”, que nos remonta a las épocas de penitencia de los eremitas medievales. A 3 kilómetros se encuentra la Iglesia románica de Santa María de la Piscina, fundada por el Infante Ramiro en el siglo XII. Ábalos, a 12 kilómetros, con su bella Iglesia con portada de estilo renacentista del siglo XVI, como gran parte de la misma, bajo gran arco con ingreso mixtilínea, frontón trebolado y alfiz, siendo la torre de estilo barroco del siglo XVIII. Briones, a 6 kilómetros, posee un conjunto monumental digno de visitar, destacando la Iglesia Parroquial de Santa María, del siglo XVI en estilo Reyes Católicos y Renacimiento. Sajazarra, a 12 kilómetros, preciosa población que cuenta con trazado típico medieval de villa fortificada. En su casco destaca el Castillo-Palacio, muy bien conservado, de finales del siglo XIV o comienzos de XV. La Iglesia Parroquial, está dedicada a La Asunción y data de los siglos XII-XIII. Posteriormente ha sido reconstruida y hoy es una amalgama de estilos. En verano tiene lugar el ya célebre Festival de Música Antigua. O ascendiendo por el valle del Oja, Casalarreina, antigua Naharruri, a 7 kilómetros, con el Convento de la Piedad de estilo Reyes Católicos y Plateresco. fundado en el siglo XVI, sufragado su construcción Juan Fernández de Velasco, hijo del Duque de Frías y Conde Haro. Cihuri, a 7 kilómetros, donde, en el Barrio de las Bodegas, encontramos un maravilloso puente romano del siglo II. Bañares y Castañares, a 10 kilómetros. La bonita ciudad hermana de Santo Domingo de la Calzada, a 19 kilómetros. Ojacastro, a 27 kilómetros, y Ezcaray, a 30 kilómetros, con su complejo de deporte invernal y las impactantes aldeas de su Sierra.

COSTUMBRES Y TRADICIONES

La historia siempre ha estado muy presente en el sentimiento de los jarreros, que celebran todos los eventos inherentes a la ciudad con gran respeto y compromiso, ya que son conscientes de que el pasado a forjado el presente. Pero este recuerdo no es algo anquilosado, al contrario las antiguas tradiciones se proyectan en el tiempo y siguen tan vivas y vigentes como hace años o incluso siglos. Circunstancia que posibilita que, a lo largo del año, las tradiciones se celebren intercalándose las de profundo sentir religioso, con otras plenamente lúdicas o festivas. Para comenzar el año, La Candelaria, celebrada el día 2 de febrero, que ve como el manto de la Virgen de la Vega acaricia a todos los niños nacidos el año anterior, ceremonia que les impregnará de protección contra cualquier mal. Al ser una ciudad agrícola, San Isidro, el día 15 de mayo, es el destinatario del culto de los agricultores de la zona, celebrándose una solemne misa en su honor. En el mes de junio tienen lugar las primeras fiestas patronales de la localidad, fiestas en honor a San Felices de Bilibio. Pero antes, el día 24, jarreros y visitantes disfrutarán del suave amanecer del día de San Juan, celebrándolo con un sabroso chocolate en los Jardines de la Vega. Tras el chupinazo en la balconada de Ayuntamiento y el saludo del Alcalde, éste entregará la vara de mando al Regidor Síndico, quien será el máximo responsable municipal durante las fiestas, iniciándose la tradicional tamborrada que recorrerá las calles dando lectura al pregón festivo. Llega el día 29, y la antiquísima romería, eminentemente religiosa, que se celebra para venerar el lugar de oración de San Felices y posteriormente, desde poco después de su muerte en el año 533, donde reposaron sus restos, iría transformándose hasta casi convertirse en un homenaje al vino. Y, es que los continuos bautizos con el rico néctar de la tierra que comenzarían a prodigarse, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, entre los romeros que acudían a la anual cita de rendir homenaje al Patrono, ha ido convirtiéndose en una gran refriega que en 1949 comienza a denominase Batalla del vino, y consigue tal aceptación y fama, incluso en el ámbito internacional, que es declarada Fiesta de interés turístico. A la celebración acude el Regidor Síndico del Ayuntamiento portando el Pendón de la ciudad, colocándolo en lo más alto de los riscos como muestra de homenaje de todos los jarreros al Patrono. Es después del oficio de la misa que tiene lugar en la ermita, cuando los romeros, a los sones de la música, se enzarzan en continuos remojones de vino arrojado por sus botas, firmándose la paz, una vez empapados y exhaustos, para degustar un almuerzo a base de los típicos caracoles o lomo con pimientos en un intento de recuperar fuerzas para el camino de vuelta. Ya en la población, los romeros se concentran a la entrada del puente del Oja-Tirón y que a las 12:00, después de lanzarse los cohetes de rigor antiguamente acompañados del tañer de las campanas de la Parroquia, iniciarán la subida a la Plaza de la Paz, desde donde, tras dar las típicas vueltas, se dirigirán a la Plaza de toros a la prueba de vacas bravas. Una nueva visita a los Riscos de Bilibio, promovida por la Cofradía del Santo desde 1849, es celebrada el Primer domingo de septiembre. En esta jornada los romeros, además del almuerzo, degustaran la comida en las explanadas bajo los roquedos, llegando a la población a las seis de la tarde para, también, efectuar las acostumbradas vueltas. El Primer domingo de septiembre es el anticipo a las fiestas de la Virgen de la Vega a la que se rinde culto el día 8, anteriormente a 1424, con una entrañable ofrenda de flores, primer mosto y un rosario de piropos en los Jardines de la Vega. Pero será al atardecer cuando se vivan los momentos de mayor exaltación, durante la procesión del Rosario de Faroles, declarado de interés turístico en La Rioja. La imagen de la Virgen recorre la ciudad, y la devoción de los jarreros alcanza su máxima emotividad al acceder, a través del arco del Ayuntamiento, a la Plaza de la Paz, donde, con ausencia de iluminación se canta su Himno, obra de D. Antonio Ascorbe, momento en que, a pesar de la penumbra, se puede apreciar como más de una lágrima se desliza por el rostro de numerosos devotos. A los actos religiosos hay que añadir toda clase de actividades festeras, que finalizarán tras la “Jira” a Fuente del Moro, instaurada en 1891, donde tiene lugar una merienda popular, regresando los romeros a la población al anochecer portando antorchas encendidas hasta la Plaza de la Paz, para poco después correr unos bravos toros de fuego por la calle de la Vega, siendo el colofón a las fiestas la quema de una magnífica colección de fuegos artificiales y el entierro de la cuba.

HOSTELERÍA Y TURISMO

Para completar una agradable estancia, que consiga que Vd. sienta el deseo de volver a visitarnos, Haro cuenta con una abundante y variada oferta hotelera. Desde económicas pensiones hasta lujosos hoteles, todo ello pensado y realizado para la comodidad de sus visitantes. Esto sumado a la gastronomía, que en esta ciudad es un privilegio, ya que los restaurantes jarreros se esmeran en ofrecer, ya sea la comida casera o la nueva cocina tan de moda en nuestros días, sin olvidar los típicos platos de la comarca. Y, es que, siendo Haro lugar de confluencia de varios caminos, la variedad de culturas que ha transitado por ella ha sido enorme, y eso, sin duda, se deja notar en su cocina, aunque siempre con el toque especial de unas peculiaridades innatas que la hacen muy apreciable. Por ello, el visitante no debe dejar de probar las patatas con chorizo; la menestra de verduras; la sopa de ajo; la ensalada de puerros; los caparrones acompañados de chorizo, tocino, costilla y morcilla; las pochas con codornices o brazuelo de cordero; las chuletillas de cordero al sarmiento, los callos, los pimientos rellenos o los insuperables caracoles. Hay que añadir, que todos estos platos se condimentan con los frutos recolectados de nuestras huertas, y que al final serán acompañados por exquisitos postres caseros como las peras al vino, tarta de queso, torrijas o rosquillas. Lógicamente, no nos hemos olvidado del mejor acompañante para su comida ¿que tal un vino de Haro? famoso en todo el mundo por su calidad, pudiendo elegir el crianza o reserva de la bodega que más le guste. Ah, para abrir boca, nuestro consejo es que, con toda su familia, de una vuelta por “La Herradura”, zona situada en pleno Casco Viejo, donde podrán degustar sus típicas banderillas y los vinos de la comarca, de cosechero, crianzas o reservas, a su elección, en un enclave tradicional y acogedor, que por las noches muta vertiginosamente para convertirse en un lugar en que todo el mundo puede disfrutar, en recogidos y originales bares de copas, de las tendencias musicales actuales. Y, finalmente, para adquirir un bonito recuerdo de su visita, Haro todavía conserva un buen número de artesanos que trabajan la madera, el vidrio, el barro, el mimbre..., y cuenta con tiendas especializadas en la venta de productos típicos riojanos de calidad, principalmente conservas y vino. Establecimientos, en los que recibirá toda la información que demande, ya que sus regentes gozan de experiencia tanto de conocimientos hortofrutícolas como de vinos de Denominación Rioja, siendo la oferta muy amplia y económicamente ajustada al precio real del producto, no en vano estamos en la CAPITAL DEL RIOJA.



CENTRO MUNICIPAL DE CULTURA DE HARO

  • Plaza de Monseñor Florentino Rodríguez s/n.
  • 26.200  Haro La Rioja
  • Teléfono: 941 31 22 70  Fax: 941 30 47 56
  • e-mail: cultura@haro.org
  • web: www.haro.org

Para finalizar, no es posible omitir el nombre de las bodegas exportadoras jarreras que siguen y seguirán paseando el nombre de Haro y su consigna “CAPITAL DEL RIOJA” por todos los rincones del mundo.

  • Bodega Coop. Interlocal “Virgen de la Vega”.
  • Bodegas Alberto Gutiérrez Andrés, S.L.
  • Bodegas Berceo, S.A.
  • Bodegas Bikain.
  • Bodegas Bilbaínas, S.A.
  • Bodegas C.V.N.E.
  • Bodegas Carlos Serres, S.A.
  • Bodegas Florentino Lecanda.
  • Bodegas Gómez-Cruzado.
  • Bodegas Ibaiondo, S.A.
  • Bodegas La Rioja Alta.
  • Bodegas Marques de Tomares, S.A.
  • Bodegas Martínez Lacuesta.
  • Bodegas Muga S.A.
  • Bodegas Oscar Muga Foncea.
  • Bodegas Paternina S.A.
  • Bodegas R. López de Heredia, “Viña Tondonia”.
  • Bodegas Ramón Bilbao S.A.
  • Bodegas Rioja Santiago S.A.
  • Bodegas Roda S.A.
  • Bodegas Rubí, Viña Olábarri, S.A.